El tristemente célebre Edsel es un recuerdo sexagenario

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El 4 de septiembre, se cumplieron sin mayor relieve 60 años desde que la trasnacional norteamericana Ford Motor Company comenzó oficialmente la comercialización de uno de sus modelos más recordados e indudablemente el más controversial: el Edsel.

 Es indudable que el Edsel, más que un automóvil, debe considerarse un fenómeno sociológico, o de histeria colectiva. Según se conoce más el caso es más difícil definirlo exactamente, pero lo indiscutible es que el producto y su historia marcaron indeleblemente la historia del automóvil en general y en particular la historia de Norteamérica y de la propia Ford Motor Co.

Las motivaciones de Ford para crear una nueva división comercial eran muy evidentes en la primera mitad de la década de 1950. Para entonces los hermanos Henry II y Bill Ford habían tenido mucho éxito reflotando la empresa renqueante y llena de vicios que heredaron de su célebre abuelo, Henry Ford. Ambos sentían un reverencial respeto por su padre, Edsel Ford, el hombre que organizó el imperio Ford, así que básicamente querían que su gestión honrara ese trabajo y su memoria.

Henry II y Bill tuvieron el buen tino de asesorarse adecuadamente al tomar las riendas de Ford y ello significó que tras un lustro complicado, ya los años ’50 mostraran una mejor perspectiva, mientras la propia economía norteamericana experimentó un muy positivo boom en la posguerra. Por entonces las ventas de los llamados carros de clase media estaban aumentando y cada vez menos automovilistas americanos querían autos de bajo precio, de características sencillas, de tecnología anacrónica, o peor, que tuvieran todo eso a la vez.

Con la mira puesta en la poderosa GM (que dominaba la mitad del mercado EE.UU), a Henry II y Bill se les ocurrió que Ford debía tener una estructuración similar en divisiones comerciales. Aquello había sido una idea inicial de Edsel Ford, quien a tales efectos compró Lincoln en los años ’20 y creó Mercury en 1938.

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Con Ford enfrentando a Chevrolet en la parcela de bajo precio, pareció claro que Lincoln era un rival más propio de Oldsmobile, que de Cadillac, así que se creó la División Continental. Así mismo, en el entonces próspero mercado de clase media, el Mercury se estaba enfrentando a la vez con Pontiac y con Buick, por lo cual hacía falta una nueva división que se insertara entre Ford y Mercury, para enfrentar a Pontiac.

Crear una nueva división para el segmento de precio mediano era una notable idea en 1955, cuando las marcas populares Ford, Chevrolet y Plymouth tuvieron que presentar versiones de lujo de sus modelos para cautivar a sus clientes. La respuesta de Ford llegó a través de la División Edsel, que fabricaría un carro en cuatro versiones; las dos más baratas usarían la estructura general del Ford y las dos más caras usarían la del Mercury, para colocarse entre ambas marcas.

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Chevrolet

El diseño del Edsel fue confiado a diversos estilistas de Ford, que ya habían tenido muy buen tino creando modelos como el Victoria, el Thunderbird e incluso el Continental Mark II. En comparación con otros carros de la época, no había nada demasiado estrambótico en el Edsel a excepción quizá de su parrilla, que algunos quisieron comparar con el collar de un caballo, otros con la tapa de un inodoro y otros con una vagina.

Como factor diferencial frente a Ford y Mercury, y como argumento para los compradores ávidos de accesorios y tecnología, el Edsel presentó la transmisión automática Teletouch, con cambios en el volante. Un verdadero prodigio de la era espacial que –como otros carros de esa época- hizo olvidar que el satélite Sputnik que en 1957 comenzó a orbitar la tierra no era un logro norteamericano, sino ruso.

Los estilistas y planeadores de producto hicieron un gran trabajo con el Edsel, al igual que los publicistas. El tema técnico también estaba muy bien definido, aunque su planteamiento de mercado mereció más atención para evitar el excesivo solapamiento de la oferta Edsel sobre las de Ford y Mercury. Todo eso dio vida con el mayor de los boatos al nuevo y esperado carro en septiembre de 1957, cuando Ford Motor Company y la División Edsel declararon rimbombantemente al 4 de septiembre como el “día E”, parodiando al “día cero” de la cultura popular.

Mientras los publicistas, planeadores y diseñadores hacían su trabajo generando una gran expectativa, otras cosas estaban cambiando en el ambiente. La economía norteamericana -que había crecido efervescentemente desde el fin de la guerra- cayó en una desaceleración en 1957 que se convirtió en recesión en 1958. En paralelo Henry II y Bill Ford habían decidido otorgar el control completo del emporio a un grupo de universitarios bautizados internamente los “Whiz Kids” o “los fenómenos”. Ellos eran de una generación más joven y alardeaban un nivel de formación académica superior al del promedio de los ejecutivos Ford, que en contrapartida tenían más edad, pero también más experiencia.

Los resultados comerciales del Edsel arrojaron 63.000 unidades en el primer model-year, entre septiembre de 1957 y septiembre de 1958. Eran números desastrosos si se consideraba que Ford aspiraba vender 200.000 carros. Pero no eran números desdeñables en el contexto claramente recesivo que impuso el mercado en 1958. Ese año la industria americana cayó en promedio un 30% y hubo marcas que perdieron tantas ventas que hasta dejaron de existir, como Studebaker, Packard, Hudson o Nash. El mayor impacto lo tuvo el segmento medio del mercado, que jamás pudo recuperarse.

Que el Edsel colocara apenas 63.000 carros en vez de los 200.000 planeados fue considerado una malísima noticia, pero en 1957 el otrora pujante mercado de carros de precio medio se desplomó. Mercury, Buick, Chrysler, Dodge, Ambassador y De Soto sufrieron descensos pavorosos, de los que nunca pudieron recuperarse totalmente, o acabaron destruyéndoles. Las excepciones fueron Pontiac (gracias a la ingeniosa gestión que comenzaba a hacer John De Lorean) y Edsel. En realidad en la Norteamérica recesiva de 1957-58, pocos estaban dispuesto a pagar por uno de esos carros cuando había opciones como el futurista Plymouth Fury, el Chevrolet Bel Air o el novedoso Ford Fairlane que ofrecían casi la misma calidad y rendimiento de un carro de clase media, lucían igual de vistosos y costaban mucho menos.

El aparente fracaso comercial del Edsel fue una gran noticia para los cómicos de la TV norteamericana y los caricaturistas aprovecharon el argumento hasta cansarse. El carro, además, presentó numerosas fallas mecánicas que no eran inherentes al diseño, sino a la calidad de su ensamble. Eso bastó para que el grupo de “whiz kids” acabara de enterrar al modelo. Realmente nunca habían creído en él, porque lo creó una generación de técnicos de más edad y menos formación académica. Además, en época de recesión; nadie iba a gastarse el dinero que costaba fabricar un carro de precio mediano para venderlo en ese segmento de mercado cuando podía fabricar un Fairlane por casi lo mismo lo que costaba fabricar un Ford estándar y su vistosidad hacía fácil convencer al comprador de pagar por él casi lo que habría pagado por un Edsel o un Mercury.

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Una vez llegado a este punto, el resto fue fácil. Al no asignar al Edsel facultades fabriles propias, sino armarlo en segundos o terceros turnos dentro de las plantas que habitualmente producían Ford o Mercury, la calidad no era buena y las ventas jamás remontaron la mala publicidad, así que ya no hubo excusas para dejarlo morir. La infraestructura corporativa y los recursos destinados a crear la División Edsel fueron asignados a un nuevo proyecto, el de un carro compacto que la nueva gerencia de Ford presentó con el nombre Falcon en octubre de 1959, es decir, un mes antes de decretar el fin de la operación Edsel cuando apenas se habían producido unos pocos cientos de unidades de 1960. La historia oficial habla de pérdidas de 250 millones de dólares de la época, pero en realidad buena parte de esa inversión se aplicó en el desarrollo y producción del Ford Falcon.

Sesenta años después, el Edsel se presenta a los ojos del público como un carro célebre, como un artículo de colección. Un carro que sobrevivió a quienes le convirtieron en un fracaso. Un carro que tras ser acusado de ser un “desastre comercial” es un buen elemento para entender el gran cambio que dio la sociedad norteamericana cuando la generación de los baby-boomers comenzó a tener poder para tomar decisiones.

Por cierto… el mismo hombre que dejó morir al Edsel fue el que pocos años después tuvo en sus manos la posibilidad de iniciar la Tercera Guerra Mundial, cuando ya no trabajaba para la industria automotriz, sino para la Secretaría de la Defensa. Así de importante era el sector automóvil en esos tiempos…(Flash del Motor).

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